¿Y si hablamos del padre «suficientemente bueno»? La crianza y los cuidados también son cosa de hombres

Por: Sara Bromberg Jinich

Imagen: https://www.instagram.com/p/CJmU1vbHyKY/

La psicología tradicionalmente estudia y enfatiza la importancia de la relación madre-bebé y habla de sus consecuencias a corto y a largo plazo en el desarrollo de los niños. Poco a poco esto ha ido evolucionando y se le ha empezado a dar más peso al rol de los hombres en la crianza de sus hijos.

Además de encargarse de amamantar al bebé (si así lo decide), muchas veces asociamos las actividades de cuidado a la mujer: cambiar pañales, cargar, vestir, acurrucar, cantar y jugar. Esto es interesante, puesto que, aunque el trabajo doméstico y el cuidado de los hijos recae principalmente en las mujeres, estas mismas salen más y más al campo laboral. No es que las mujeres no trabajen, pero parece que sí se encargan más del cuidado de los niños.

Por todo esto, actualmente se realizan más estudios que señalan la importancia de la figura paterna para el desarrollo de los niños, y al mismo tiempo, los beneficios que ser un padre involucrado y emocionalmente presente trae a los hombres (y también a la sociedad).

  • ¿Cuál es el rol paterno? Proveedor, cuidador, ejemplo masculino…

Sería complicado describir una manera exclusiva de ser un buen padre (o un padre “suficientemente bueno”). Eso depende de muchos elementos como las características personales, características de la relación de pareja, características del niño en concreto, factores sociodemográficos y factores contextuales (Habib, 2012).

Los hombres atraviesan una serie de transiciones a lo largo del ciclo vital, y en cada una de estas etapas nacen nuevos roles y otros se modifican. Al rol paternal se le pueden asociar los siguientes: el rol “remoto”, que se refiere a los casos en los que el padre es una figura ausente; el rol de proveedor, que tiene que ver con la función tradicional del padre que provee económicamente; el rol de asistente o cuidador secundario, que es el hombre que “ayuda” a la mujer en la crianza; el rol de la co-paternidad, en el que ambos padres comparten responsabilidades y el rol de cuidador primario, en las ocasiones que el padre es la figura principal en la vida del niño. Tradicionalmente también se asocian las funciones de disciplina y establecimiento de límites al rol paternal (Habib, 2012).

  • Convertirse en padre

Se ha observado que, al convertirse en padres, los hombres pueden desarrollar sentimientos de placer, profundidad afectiva, satisfacción y sorpresa, a la vez de sentir ansiedad, depresión, hostilidad, confusión y ambivalencia hacia su nuevo rol. Esto afecta su autoconcepto y autoestima (Habib, 2012).

De igual manera, es importante considerar y prestar atención a la relación de pareja, ya que mientras mejor sea, ambos padres podrán adaptarse mejor a sus nuevos roles e involucrarse afectivamente con el bebé. Otro cambio que surge es la formación de una nueva relación con los propios padres, que pasa a ser percibida como una relación adulta. Al mismo tiempo, conflictos no resueltos pueden entorpecer la adaptación con el hijo. La transición a la paternidad continúa un proceso intergeneracional, en el que la identidad paterna de generaciones previas permea en la paternidad de las generaciones nuevas (Habib, 2012).

La percepción y las creencias que el hombre tiene de sí mismo y de lo que es ser hombre para él tienen un gran peso en qué tan involucrado estará con sus hijos. Es decir, al adoptar el nuevo rol de papá, tiene que reacomodar sus prioridades y otros roles como el ser esposo, empleado, amigo, etc. (Habib, 2012).

  • Cambios cerebrales en el nuevo papá

Durante el embarazo, el parto y la lactancia, las mujeres atraviesan una serie de cambios cerebrales y hormonales…y los hombres también. La oxitocina es un hormona que promueve el vínculo afectivo entre madres e hijos, y como se ha estudiado recientemente, igualmente se modifica en el cerebro masculino durante los meses del posparto. El aumento de oxitocina altera la producción de testosterona, reduce los niveles de cortisol (la hormona del estrés) y aumenta el comportamiento paternal (Feldman, Gordon, Schneiderman, Weisman, & Zagoory-Sharon, 2010).

La producción de oxitocina se puede fomentar a través del tacto y el contacto físico: esto hace que los niveles aumenten. Aunque el cerebro masculino ya cuenta con esta hormona, en un ciclo que se retroalimenta con la interacción con el bebé, se produce más. En otras palabras, las conductas paternales se refuerzan en cada interacción (Feldman et al., 2010).

La estimulación, que puede ocurrir durante momentos de juego, promueve el desarrollo social y cognitivo del niño de manera distinta a lo que sucede en el contacto con la madre. Las interacciones papá-bebé involucran estimulación propioceptiva, que se refiere a la posición del cuerpo, y ayuda al niño a explorar el ambiente. El juego activo, que difiere a las interacciones con mamá, hace que el cerebro de papá cambie y se refuerce el vínculo, todo a través del contacto táctil y el involucramiento activo (Feldman et al., 2010).

  • Lo que importa es la calidad de la interacción, más que la cantidad

Cuando se habla de involucramiento con un hijo, generalmente se puede dividir en calidad y en cantidad. En la primer categoría, se encontraría la cantidad de tiempo disponible que el padre tiene y está involucrado con su hijo. Aun así, recientemente el énfasis ha pasado a la calidad de la interacción, que tiene más que ver con el vínculo que se forma entre papá y bebé y la sensibilidad, atención o interés que se le da a estos momentos compartidos (Allen & Daly, 2007) .

Cuando los bebés desarrollan un vínculo seguro con su padre, esto les puede brindar bienestar emocional, protección y herramientas para toda la vida. La relación afectiva puede ayudar en momentos de adversidad y sobre todo, apoya a que los niños comiencen a explorar el mundo, a que socialicen con otros y se sientan competentes, desarrollando un autoconcepto positivo y confianza en sus capacidades (Allen & Daly, 2007).

Las interacciones con papá nutren a los niños de distintas maneras que las interacciones con mamá. Los hombres tienden a fomentar más la independencia de sus hijos y a enseñarles que hay un mundo más allá de la familia. Los momentos de juego tienden a ser más activos y proveen a los niños de estimulación física que refuerza sus habilidades motoras, además de enseñar a los niños a regular sus emociones y comportamientos más agresivos (Rosenberg & Wilcox, 2006).

En cuanto a desarrollo cognitivo, los hijos de padres involucrados, sobre todo que juegan más y participan en las actividades de cuidado como alimentar, cambiar pañales y vestir a los niños, tienden a mostrar mayor competencia cognitiva, que se manifiesta en una mejor capacidad de resolución de problemas, un vocabulario más amplio, mayores habilidades de lenguaje y posteriormente un desempeño escolar superior, previniendo así la deserción escolar y otros problemas conductuales, uso de drogas, delincuencia juvenil y embarazos adolescentes (Allen & Daly, 2007).

  • Necesidad de apoyo social y políticas públicas que apoyen el involucramiento paterno

En México, se podría pensar que se sigue teniendo la idea del rol tradicional del padre que trabaja y provee y de la madre que cría y cuida. Factores sociodemográficos como el incremento de divorcios, la disminución del número de hijos que se tiene, la mayor escolaridad y salida al campo laboral de las mujeres, etc. han hecho que comencemos a cuestionar el papel de los hombres dentro de la familia y su responsabilidad en la crianza de los niños.

En México, el 10% de las madres son madres solteras y en 4 de cada 10 hogares el padre está ausente (aproximadamente 11.4 familias) (El Universal, 2020). Esto tiene consecuencias a corto y a largo plazo como ya se mencionó.

Aunque es un problema complejo y necesita un abordaje interdisciplinario, habría que pensar cómo podríamos apoyar a los nuevos papás y fomentar las interacciones de calidad con sus hijos, comprendiendo que es un proceso que puede ser difícil, que requiere cuestionamiento y orientación, aunque claro que puede ser muy satisfactorio también.

Referencias

Allen, S., & Daly, K. (2007). The Effects of Father Involvement: An Updated Research Summary of the Evidence.

El Universal. (2020, julio 8). En 4 de cada 10 hogares mexicanos el padre es ausente. El Universal. Recuperado de https://universal.org.mx/2020/07/08/en-4-de-cada-10-hogares-mexicanos-el-padre-es-ausente/

Feldman, R., Gordon, I., Schneiderman, I., Weisman, O., & Zagoory-Sharon, O. (2010). Natural variations in maternal and paternal care are associated with systematic changes in oxytocin following parent—infant contact. Psychoneuroendocrinology, 35, 1133–1141.

Habib, C. (2012). The transition to fatherhood: A literature review exploring paternal involvement with identity theory. Journal of Family Studies, 18(2–3), 103–120.

Rosenberg, J., & Wilcox, W. B. (2006). The Importance of Fathers in the Healthy Development of Children. Recuperado de https://www.childwelfare.gov/pubpdfs/fatherhood.pdf

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